JUAN ANTONIO SANZ/Público es
En seis meses de ofensiva, Israel ha utilizado el genocidio, los crímenes de guerra y la hambruna para subyugar al pueblo palestino, pero solo ha conseguido el oprobio internacional y un descrédito histórico que le será muy difícil borrar.
Sus ataques sobre Gaza se han cobrado más de 33.000 palestinos muertos, de ellos 14.500 niños, y Benjamin Netanyahu ha fracasado a la hora de eliminar a las milicias de Hamás y ha sumido a Oriente Medio en una crisis de consecuencias inciertas para la seguridad global.
Dos millones de gazatíes han sido obligados en ese tiempo a abandonar sus hogares en ruinas y más de un millón —de una población total de 2,3 millones— están en riesgo inminente de hambruna. Y entre las ruinas de las viviendas, hospitales destruidos y centros de refugiados reducidos a escombros yacen los cuerpos de otros 8.000 palestinos asesinados por las bombas israelíes.
El derecho humanitario está hecho jirones”, dijo este sábado el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, al recordar el medio año de guerra, desatado el 7 de octubre de 2023 con la matanza de 1.200 personas en Israel por la incursión terrorista de paramilitares de Hamás y la toma de 240 rehenes.
Israel respondió con una guerra a gran escala contra Hamás que ha arrasado prácticamente Gaza y no parece tener líneas rojas en la actuación del Ejército israelí contra la población civil palestina. Tampoco ha dudado Israel en extender el conflicto al Líbano y Siria, para atacar a los movimientos islamistas aliados de Hamás.
Ahora hay muchas posibilidades de que suceda lo mismo con Irán, el mayor enemigo de Tel Aviv en Oriente Medio y también de Estados Unidos.
Riesgo inminente de confrontación con Irán
El mortífero ataque lanzado esta semana contra un convoy humanitario y el bombardeo del Consulado de Irán en Damasco muestran, por una parte, el nulo respeto de Tel Aviv por ese derecho humanitario que citó Guterres y, por otra, su creciente deriva hacia un conflicto abierto con Teherán.
No es éste el primer ataque contra militares iraníes en Siria y el Líbano desde que comenzó la guerra. Pero, en esta ocasión, Teherán ha advertido a Israel de que ha alcanzado un punto de no retorno. En el bombardeo murieron 13 personas, entre ellas un alto mando militar iraní. Siria e Irán son aliados en la región y tienen el respaldo de Rusia, con asesores militares en Damasco y acuerdos de intercambio de armamento con Teherán.
Israel sabe que una confrontación abierta y de cualquier tipo con Irán, el único rival regional con capacidad militar para plantear un peligro real a los israelíes, es la baza que necesita para alinear a su lado y sin fisuras a Estados Unidos. Especialmente en unos momentos en los que Washington cuestiona cada vez más alto el brutal comportamiento de su aliado en Oriente Medio.
De momento, la agresión israelí y la promesa iraní de represalias han puesto en alerta máxima a Israel y a las fuerzas estadounidenses desplegadas en la región. El ataque al consulado iraní puede considerarse, pues, un éxito para la estrategia belicista de Netanyahu.
El principal aliado regional de Irán es la organización chií Hizbulá, con cerca de 100.000 milicianos desplegados en el sur del Líbano. Desde que empezó el asedio a Gaza, el grupo Hizbulá ha aumentado sus choques con Israel, hasta ahora reducidos a intercambio de artillería y cohetes, escaramuzas fronterizas y ataques selectivos israelíes para eliminar a algunos comandantes de esa organización islamista, en el Líbano o en Siria.
Últimamente se habían incrementado los bombardeos por Israel de objetivos de Hizbulá en estos países, pero ahora la olla a presión está a punto de saltar por los aires. El líder de Hizbulá, Hasán Nasrala, dijo este viernes que el ataque de Israel al Consulado iraní en Damasco ha marcado un “punto de inflexión” en Oriente Medio que deparará una segura respuesta de Teherán.
Miembros de la Administración Biden confirmaron al canal CNN que la Casa Blanca considera “inevitable” un ataque de Irán contra Israel o sus intereses en respuesta a esa acción israelí en Siria. Otras fuentes oficiales estadounidenses indicaron a Reuters que el Pentágono está en alerta máxima en Oriente Medio.
La Casa Blanca, entre la espada y la pared
En esta situación, el coste político para EEUU de las matanzas israelíes en Gaza, el ataque a cooperantes internacionales y el elevado riesgo de una guerra con Irán ponen a la Administración Biden entre la espada y la pared. Y así lo han considerado los propios correligionarios del presidente estadounidense, muy atentos a la evolución de las encuestas de cara a los comicios de noviembre próximo.
Miles de millones de dólares en munición y aviones de combate son despachados desde EEUU a Israel desde que empezó la guerra de Gaza. Armas letales que están siendo utilizadas en las masacres de población palestina y que ahora son una ominosa mancha para la Casa Blanca, sobre todo en las filas demócratas del propio Biden. Y esto no gusta a los potenciales votantes demócratas.
El jueves, Biden habló con el primer ministro israelí y le reclamó “un alto el fuego inmediato” en la Franja de Gaza. EEUU no utilizó su derecho a veto en la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigía ese alto el fuego y pudo ser así aprobada. Sin embargo, y pese a su carácter vinculante, Israel no ha hecho caso alguno y no solo no ha parado sus acciones bélicas, sino que las ha expandido.
En su conversación a distancia, Biden precisó a Netanyahu que el apoyo de Washington a Tel Aviv dependerá de que Israel restrinja el daño a la población palestina y garantice su atención humanitaria. El presidente estadounidense exigió “cambios concretos, verificables y sostenibles” en la estrategia israelí en Gaza para evitar daños a la población civil palestina y matanzas como la de los siete cooperantes de la ONG World Central Kitchen perpetrada esta semana.
La rebelión demócrata contra el amigo israelí
El bombardeo del convoy de WCK fue la gota que colmó el vaso. Cuarenta congresistas demócratas enviaron este viernes una carta a Biden y al secretario de Estado Antony Blinken en la que demandaron una mayor presión sobre Israel ahí donde más le duele al Gobierno extremista de Benjamin Netanyahu: poniendo coto al envío de armas estadounidenses al Ejército israelí, claves para su ofensiva.
“A la luz del reciente ataque contra operarios que llevaban ayuda y ante la cada vez más grave crisis humanitaria, creemos que es injustificable aprobar estas transferencias de armas”, señalaban los firmantes de la carta.
Pero Netanyahu tampoco se ha dado por aludido por estas advertencias. Aunque, tras escuchar a Biden, levantó algo la mano para permitir el suministro de ayuda humanitaria abriendo el paso de Erez, en el norte de Gaza, el Ejército israelí ha persistido en sus ataques con víctimas civiles. Por ejemplo, con nuevas operaciones en Jan Yunis y otras zonas del norte de la Franja de Gaza, mientras avanzan los planes para asaltar la ciudad de Rafah, en el sur, donde hay 1,5 millones de palestinos acorralados junto a la frontera egipcia.
Biden también pidió a Netanyahu un mayor esfuerzo para negociar con Hamás y lograr así la puesta en libertad del centenar de rehenes que aún pueden estar vivos en manos del grupo palestino. Después de la liberación de cerca de 100 rehenes en noviembre, en el marco de la única tregua, de siete días, que ha habido entre Hamás e Israel, el actual estancamiento en las negociaciones que acoge El Cairo y el extremismo de Netanyahu han desencadenado multitudinarias protestas en Jerusalén y otras ciudades israelíes que reclaman elecciones anticipadas.
La traición israelí a la humanidad
Netanyahu está aislado en su país y en el exterior. Pocos dudan de que el fin de la campaña de Gaza traerá su defenestración política, por lo que el político ultranacionalista se aferra al único resorte que lo mantiene en el poder, la guerra.
Una guerra respaldada por sus aliados extremistas en el Gobierno, que ven en esta contienda la oportunidad de erradicar a los palestinos de Gaza e incorporar este territorio a un gran Israel que más tarde incluya igualmente Cisjordania.
Y una guerra que, en estos seis meses, como ha señalado el secretario general de la ONU, ha puesto a la humanidad “al borde de una pérdida absoluta de la fe en las normas y los estándares globales”.
Por eso, la ONU ha denunciado una y otra vez los crímenes de guerra y la limpieza étnica que Israel está cometiendo en la Franja de Gaza. Denuncias que quedan en el aire, hasta ahora acalladas por el apoyo estadounidense y la hipocresía de países europeos, como Alemania, que siguen suministrando también armas a Israel.
El subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios y Emergencias, Martin Griffiths, fue este sábado muy claro: esta guerra es “una traición a la humanidad”. Y manifestó su extrema preocupación ante “la perspectiva excesiva de una mayor escalada en Gaza, donde nadie está a salvo y donde no hay ningún lugar seguro al que ir”.