Veronica Smink
BBC News Mundo, Argentina
La vasta mayoría de los argentinos jamás lo conoció y quienes llegaron a presenciar su mítico surgimiento hoy tienen más de ochenta años. Pero, a medio siglo de su muerte, el expresidente Juan Domingo Perón sigue siendo uno de los referentes políticos más populares de Argentina.
El movimiento que fundó en 1945, el peronismo, que lo llevó a ser el único mandatario argentino electo tres veces, ha dominado la escena política desde entonces.
Mantuvo su vigencia incluso durante las casi dos décadas en las que estuvo proscripto y también las pocas veces, en democracia, en que gobernó un líder que no era peronista, como ocurre ahora.
Incluso con la relevancia que hoy tiene el economista outsider Javier Milei, quien sorpresivamente venció al candidato peronista en los comicios presidenciales de noviembre, no hay dudas de que esa fuerza aún mantiene una mano firme sobre las riendas del poder.
Las mayorías que detentan las bancadas peronistas tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado explican por qué el presidente tardó más de seis meses en aprobar su primera ley, algo que ocurrió el pasado viernes.
También son el motivo por el que la llamada Ley Bases terminó siendo una versión muy diluida de la propuesta original del gobierno libertario.
Pero las redes del Partido Justicialista (PJ, nombre formal del peronismo) se extienden mucho más allá del Poder Legislativo.
Porque, a pesar de su derrota en las elecciones, esa fuerza gobierna un tercio de las provincias y la mayoría de las intendencias en el país.
Y no solo allí reside su poder: el peronismo también está en las bases del movimiento sindical, que desde el surgimiento de esta fuerza mantiene mucho peso en Argentina.
No hay marcha o protesta que se realice en el país -y aquí casi no pasa un día sin marchas o protestas- que no esté dominado por afiches, cánticos y discursos que aluden o citan a Perón y a su famosa segunda esposa, Eva Duarte o Evita, principal emblema del peronismo.
Tanto permea este movimiento en la vida diaria de los argentinos que es difícil dar con uno que se sienta ajeno a su influencia. Ya sea para bien o para mal.
Porque por cada peronista hay un antiperonista (también apodado “gorila”). Una grieta que se ha mantenido vigente, incluso a 50 años de la muerte del “General”.
La base de su poder
Pero ¿por qué sigue siendo tan relevante la figura de Perón?
Según la historiadora experta en peronismo María del Mar Solis Carnicer de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), Perón logró generar la “adhesión emocional” de una parte masiva del electorado que hasta ese momento había sido ignorada, provocando un nivel de veneración que ha trascendido generaciones.
Al igual que Milei, el exmilitar surgió de fuera del mundo político, y creó su propia base de apoyo.
Su acercamiento inicial al poder se dio cuando participó del primer golpe de Estado que hubo en Argentina, en 1930. Pero fue un segundo alzamiento, en 1943, el que lo llevó a ocupar su primer cargo político como jefe del Departamento Nacional del Trabajo.
A partir de ahí su ascenso sería meteórico: en apenas seis meses fue nombrado secretario de Trabajo y Previsión de la Nación, a lo que luego sumó los cargos de ministro de Guerra, y, finalmente, vicepresidente de la Nación.
Según Solis Carnicer, fue ese primer trabajo el que le permitió cimentar su popularidad.
“Fue construyendo su espacio de poder desde el Departamento de Trabajo que después, con él, se convierte en una secretaría. Es el lugar que lo va a catapultar y hacerlo conocido, a partir del cual empieza a tener contacto con los trabajadores, que van a ser su base de sustentación”.
Fueron estos obreros -a los que Evita luego apodaría los “descamisados”- quienes se movilizaron el 17 de octubre de 1945 para exigir su liberación cuando el presidente de facto Edelmiro Farrell, celoso del poder que había amasado, ordenó su arresto.
Ese evento, que pasaría a conmemorarse como el Día de la Lealtad Peronista (que se sigue celebrando hoy) marcó el bautismo del peronismo como fuerza política, a pesar de que pasarían años antes de que Perón pudiera armar su partido, el PJ.
En 1946, en elecciones democráticas, Perón fue elegido presidente por casi el 54% de los argentinos, iniciando un período de dos mandatos consecutivos que sería interrumpido en 1955 por el tercer golpe de Estado que padeció el país, la llamada “Revolución Libertadora”.
A partir de ahí el peronismo fue prohibido, llevando a su líder a exiliarse durante 18 años. Un largo intervalo que llegó a su fin con el regreso triunfal de Perón en 1973, a los 78 años, para un brevísimo tercer y último gobierno, que concluyó con su muerte a los ocho meses de mandato.
Estado de bienestar
Pero ¿qué hizo Perón para prevalecer tanto tiempo y para generar tanta idolatría como odio entre los argentinos, incluso hoy?
Según varios académicos, su principal política fue la “democratización del bienestar”.
“Perón amplió los derechos de los trabajadores, introduciendo las vacaciones pagas y el aguinaldo (o sueldo anual complementario), y firmando convenios colectivos de trabajo con los sindicatos”, explica Solis Carnicer.
“Extendió a gran parte de la población derechos y beneficios que hasta ese momento eran inalcanzables, ya que solo podía acceder a ellos un sector muy minoritario de la sociedad”, señala.
Por ejemplo, garantizó el pleno empleo a través de la industrialización y la nacionalización de empresas privadas, lo que creó más trabajo público.
También redistribuyó el ingreso, ampliando el acceso a la vivienda y congelando los alquileres, lo que permitió a los asalariados tener un excedente que pudieron utilizar para acceder a artículos como electrodomésticos, detalla la experta.
“Los salarios crecieron muchísimo durante la primera presidencia de Perón”, afirma.
El Estado de bienestar peronista también brindó salud y educación a los sectores más desprotegidos de la población.
Perón creó el Ministerio de Salud, que realizó campañas de vacunación masivas contra epidemias de forma gratuita.
Y amplió el acceso a la educación, decretando en 1949 la gratuidad de la enseñanza universitaria, algo que se mantiene hasta el día de hoy y que hace pocos meses llevó a la mayor protesta que enfrentó el gobierno de Milei, ante las denuncias de las universidades públicas de que el Estado las estaba desfinanciando.
En 1951, gracias a una ley impulsada por el peronismo, las mujeres pudieron votar por primera vez, en unos comicios en los que Perón fue reelegido con más del 63% de los votos.
Evita y Perón
Antiperonismo
Pero mientras generaciones de argentinos aún celebran y defienden estos derechos adquiridos, también hay muchos que acusan al peronismo de haber hecho clientelismo político a través de medidas “populistas”.
Según esta visión, la justicia social peronista, que llevó a la creación de un enorme Estado de bienestar, ha dejado a las arcas argentinas constantemente en rojo, provocando una emisión desenfrenada de dinero y endeudamiento.
Este sería el motivo de las constantes crisis de deuda que padece el país y de que Argentina tenga la inflación más alta del mundo.
“El concepto de justicia social es aberrante, es robarle a alguien para darle a otro”, ha dicho Milei.
Según Solis Carnicer, el antiperonismo no solo surgió de las elites que vieron recortados sus privilegios y de los empresarios perjudicados por sus políticas.
Gran parte de la oposición a Perón objetaba su estilo autoritario.
“Lo veían como una especie de Mussolini y al peronismo como un fascismo criollo”, cuenta la historiadora en referencia al líder italiano que formó una alianza con Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
“A la par de que desarrolló una política de ampliación de derechos sociales y políticos, Perón también fue construyendo un culto al líder, tanto de su figura como la de Eva Perón, y convirtió al partido en uno sumamente personalista”, señala.
“Dentro del peronismo no había manera de tener una opinión contraria. El partido era absolutamente vertical y lo que decía Perón se tenía que hacer. No había discusión interna”.
Perón tampoco permitió el disenso fuera del peronismo.
“Persiguió a los opositores de otros partidos, arrestando a dirigentes políticos simplemente por criticarlo”, afirma. “También limitó el derecho a la libertad de expresión, censurando a la prensa y expropiando medios, como el diario La Prensa”.
Perón también fue criticado por prácticas clientelistas, como el adoctrinamiento de niños en las escuelas o el reparto de empleo público entre sus partidarios.
Son cuestionamientos que, décadas más tarde, se les sigue haciendo a los gobiernos peronistas.
Único
No hay duda de que, más allá de sus políticas, uno de los grandes motivos por los que la figura de Perón ha trascendido tantos años es su enorme personalidad.
“No hubo en Argentina otro líder político de las características de Perón. Hubo líderes carismáticos, hubo dirigentes con una llegada importante, pero no hubo ninguno como él”, dice Solis Carnicer.
Este magnetismo y el apego emocional que muchos en Argentina aún sienten por Perón explica por qué tantos dirigentes han apelado a su figura y a sus legendarias frases en sus actos políticos. Por ejemplo, la más famosa de todas: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”.
Esto ha incluido a políticos con ideas diametralmente opuestas a las que implementó Perón, como el caso del expresidente Carlos Menem, que gobernó en los años 90 aplicando políticas neoliberales.
“Perón tuvo tantas caras y tantas facetas que cualquiera puede encontrar en él lo que está buscando”, afirma Solis Carnicer, quien destaca que la principal característica de Perón fue su pragmatismo.
“Por eso es que pueden convivir en el peronismo sectores desde la más extrema izquierda hasta la más extrema derecha”.