Leila Nachawati*
Público es
«Si Europa tuviese verdadero interés en luchar contra el antisemitismo, en vez de deslegitimar el movimiento de justicia para Palestina y censurar cualquier crítica a Israel, estaría abordando el hecho de que no dejan de expandirse los sectores fascistas, racistas y neonazis», señala Shachaf Polakow, activista israelí antisionista en conversación con este periódico.
«La lógica nazi sigue ahí: la supremacía blanca, el utilizar a otro pueblo como chivo expiatorio de sus propios miedos y traumas. La misma luz de gas que se utilizaba entonces contra el otro judío se emplea hoy contra el otro árabe», destaca Aydin Yidiz, activista turco-alemán a quien hemos entrevistado en Público.
Se conoce como luz de gas al tipo de abuso psicológico en el que una persona manipula intencionadamente a otra para hacerla dudar de su propia percepción, memoria o cordura. Se lleva a cabo mediante la distorsión de hechos, la negación de sucesos pasados o la presentación de información falsa con el fin de desorientar y controlar a la víctima. Suele darse en contextos de abuso emocional, violencia sistémica, y en relaciones de poder asimétricas.
Europa convertida en un nuevo «pogromo antisemita»: es el escenario que dibujan las autoridades israelíes tras los enfrentamientos entre seguidores del club israelí Maccabi y el Ajax de Amsterdam el pasado 7 de noviembre. Según esta versión, el Estado israelí se vio obligado a enviar aviones de rescate para salvar a sus ciudadanos de las amenazas de exterminio que plagan las calles holandesas.
¿Qué sucedió en realidad?
La realidad, sin embargo, es otra, por más ficciones que construya un Estado embarcado en un genocidio que ha causado y continúa causando una devastación sin precedentes. Según la policía de la ciudad de Amsterdam, «Fans del Maccabi arrancaron una bandera de una de las principales calles de la ciudad y destrozaron un taxi. En plaza Dam, prendieron fuego a una bandera palestina y cantaron consignas de «Muerte a los árabes».
Hay cientos de testimonios directos y pruebas gráficas que a través de las redes sociales muestran la realidad de lo que sucedió esa noche: un episodio más de una cultura futbolística israelí caracterizada por su carácter extremadamente violento. Según Rafael Shimunov, conductor de Beyond The Pale FM, que se define como emisora de radio de la izquierda judía desde Nueva York, «en el fútbol israelí campa a sus anchas tanto la xenofobia contra equipos extranjeros como la violencia entre equipos israelíes, siendo frecuente que los aficionados de un equipo pidan a gritos la «Shoá» (holocausto) para el equipo contrario». Esta violencia es, según un informe del New Israel Fund, un reflejo de la propia sociedad israelí actual.
Quienes sostienen que los hinchas del Maccabi son de algún modo víctimas «están participando en un teatro de victimismo, apoyando a una base de aficionados históricamente violenta y racista que vino a Holanda para agredir e incitar a la violencia contra los árabes, para luego darle la vuelta y afirmar que las represalias y la indignación en respuesta están dirigidas a los judíos,» añade Shimunov.
«Esto ni es nuevo ni ha sucedido solo aquí. Hace unos meses decenas de hooligans israelíes la emprendieron a golpes y patadas con un joven de origen árabe después de un partido de fútbol en Atenas», recalca.
Por si quedase alguna duda del carácter violento y racista de este grupo de personas, los propios aficionados se ocuparon de dejarlo claro en su regreso al aeropuerto, celebrando con esta canción el genocidio de la población de Gaza:
«El ejército israelí joderá a los árabes. ¿Por qué están las escuelas cerradas en Gaza? ¡Porque ya no quedan niños!»
Celebrar un genocidio y desplegar un teatro de victimismo
Resulta difícil escuchar estas atrocidades y no vincularlas al constante flujo de imágenes de soldados que pululan por las redes sociales desde hace años, más aún desde el 7 de octubre de 2023. Soldados de edades similares a las de los hinchas, con expresiones parecidas en sus rostros, sabiéndose impunes, celebrando el dolor que infligen a otros. La violencia que ejerce Israel, su absoluta ausencia de honor y dignidad en la guerra y en el fútbol, forma parte de un continuo que abarca todos los ámbitos y expresiones del Estado, dentro y fuera de sus fronteras.
Que quienes ejecutan y celebran un genocidio desplieguen a la vez un teatro de victimismo solo puede entenderse como luz de gas, o un intento de hacer ver que la realidad es justo lo que contrario de lo que los datos muestran. «Nos quieren hacer creer que estamos locos», es una frase que se repite entre quienes vivieron los ataques de hinchas israelíes en Amsterdam. Una manipulación que Israel no puede ejercer sin ayuda. Requiere del respaldo de otros Estados, entre ellos buena parte de los gobiernos occidentales y europeos.
«El Gobierno condena las agresiones a los aficionados del Maccabi CF registradas anoche en Ámsterdam. España rechaza con total rotundidad el antisemitismo en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia» publicó el gobierno español unas horas después de los altercados, ahondando en la ficción construida por el Estado israelí.
«Hay que vivir en otra dimensión para lanzar esta mierda que nadie te ha pedido defendiendo a una banda de delincuentes fascistas que asaltaron casas en Amsterdam, gritaron consignas racistas, agredieron a ciudadanos holandeses y se burlaron de las víctimas de Valencia», respondía el filósofo César Rendueles en su cuenta de Twitter-X.
El mismo patrón de violencia y manipulación que permitió el Holocausto
España no es el ejemplo más flagrante de esa forma de luz de gas ejercida sobre la ciudadanía, que ve una realidad ante sus ojos a la vez que escucha a sus representantes dibujar otra. Otros contextos europeos son responsables de llevar esta manipulación hasta límites grotescos. Quizás la reacción más llamativa es la del rey Guillermo de los Países Bajos, autor de las siguientes declaraciones: «Hemos fallado a la comunidad judía durante la Segunda Guerra Mundial, y les hemos vuelto a fallar anoche».
Según Shachaf Polakow, israelí antisionista y miembro de los colectivos Activestills y Shoresh, a quien hemos entrevistado para este artículo, «el rey Guillermo ha batido todos los records de cinismo. Un ejemplo más de la hipocresía de Europa, que hizo todo lo posible por librarse del llamado «problema judío», no asumió su responsabilidad por el daño causado, y ahora recurre a la vía fácil de apoyar incondicionalmente a Israel para demostrar que no son «antisemitas».
Sostiene Polakow que si Europa tuviese verdadero interés en luchar contra el antisemitismo, «en vez de deslegitimar el movimiento de justicia para Palestina y censurar cualquier crítica a Israel, estaría abordando el hecho de que en todo el continente no dejan de expandirse los sectores fascistas, racistas y neonazis. En algunos países, entre ellos Alemania, un 25 por ciento de los votos ha ido a partidos cercanos a la ideología nazi», señala.
«Ya que hablan de pogromos, abordemos los que realmente existen», añade Polakow. «Hay cientos de pogromos en ciudades palestinas como Al Bireh, donde sus habitantes son frecuentemente atacados por milicias de colonos judíos armados. Queman sus coches, cultivos, causan graves daños a la población. Ni los medios israelíes ni los europeos suelen prestar mucha atención a estos pogromos, y no es por error, es lo habitual.»
Ahondando en el caso alemán, Aydin Yidiz, activista turco-alemán y cofundador del colectivo internacionalista From the Periphery con quien hemos hablado telefónicamente, sostiene que el apoyo a Israel forma parte del mismo patrón de violencia que hizo posible el Holocausto en el siglo pasado. «Alemania no lidió con su pasado a través de un proceso en profundidad, yendo a la raíz de en qué fallaron y cómo atajarlo. Un siglo después, la lógica nazi sigue ahí: la supremacía blanca, el utilizar a otro pueblo como chivo expiatorio de sus propios miedos y traumas. Y desde luego, la misma luz de gas que se utilizaba entonces contra el otro judío se emplea hoy contra el otro árabe».
Yidiz añade que «lo que está haciendo Israel hoy, ante nuestros ojos, es tan insoportable, tan difícil de encajar, que el simple hecho de admitir que es real requeriría reconocer que el apoyo alemán a Israel es una extensión del mismo patrón que permitió el Holocausto».
Los activistas entrevistados coinciden en señalar también la responsabilidad de buena parte de los medios de comunicación occidentales en esta gran manipulación de la realidad que criminaliza a las víctimas y victimiza a los criminales. Algo en lo que también incide la relatora especial para Naciones Unidas Francesca Albanese:
«Muchos medios occidentales deberán ser investigados por su papel en ocultar las atrocidades israelíes. En otros contextos, tribunales internacionales han concluido que figuras mediáticas eran responsables de complicidad en genocidio, incitación y otros crímenes internacionales».
Organizaciones como Erev Rav, que se define como colectivo de judíos antisionistas en los Países Bajos, centrados en el judaísmo más allá del sionismo, emitieron este comunicado sobre lo sucedido en Amsterdam:
«La forma en que los medios de comunicación retratan estos eventos como un ataque antisemita no provocado contra pacíficos aficionados al fútbol no refleja el contexto completo. Los hinchas visitantes tuvieron comportamientos provocadores, destruyendo propiedad privada, intimidando a transeúntes, portando bengalas, congregándose en el centro de la ciudad y lanzando cánticos racistas y violentos dirigidos a los locales. Muchos eran soldados recientemente dados de baja, que han participado en el genocidio en Gaza. Su conducta durante el partido fue igualmente controvertida, ya que se negaron a observar el minuto de silencio por las víctimas de las inundaciones en Valencia. No se puede participar en acciones violentas y disruptivas y luego clamar ‘antisemitismo’ para evitar rendir cuentas. Nuestras identidades no existen para absolver nuestras acciones. Nos alarma enormemente esta instrumentalización de la seguridad judía».
El colectivo, en vistas de los riesgos para la seguridad que supone que hinchas del Maccabi puedan seguir en Amsterdam y la violencia que su presencia comporta, ha anunciado también que cancela su conmemoración anual en honor de las víctimas de la noche de los cristales rotos, o Kristallnacht.
«No a la instrumentalización del antisemitismo»
El antisemitismo es un problema lo suficientemente grave como para no ser instrumentalizado ni banalizado en beneficio de un Estado responsable de crímenes contra la humanidad. El relato que busca equiparar toda crítica hacia Israel con antisemitismo no solo desvirtúa la lucha contra la verdadera discriminación antisemita, sino que impide un análisis crítico de las políticas que perpetúan la violencia en la región. Los gobiernos y medios de comunicación que participan en esta distorsión de los hechos, además de traicionar a su ciudadanía, contribuyen a la legitimación de un genocidio, encubriendo atrocidades bajo un manto de falso victimismo.
Frente a quienes quieren hacer creer que el día es noche y la mentira, verdad, las calles de Europa continúan llenas de personas que se niegan a aceptar estas manipulaciones. Las protestas contra el genocidio, las denuncias de la complicidad de gobiernos y empresas, la solidaridad de colectivos diversos, incluidas muchas comunidades judías, desactivan los intentos de manipulación. «No a los matones sionistas, no a la instrumentalización del antisemitismo, no al genocidio», coreaban los manifestantes en Ámsterdam, un grito que representa a mucha gente, en todo el mundo.
*Escritora y profesora de comunicación especialista en Oriente Próximo