JUAN ANTONIO SANZ/Público es
A Estados Unidos le cuesta cada vez más cerrar los ojos ante las tropelías de su mejor aliado en Oriente Medio. A la estrategia de exterminio de la población palestina en su ataque a Gaza, con más de 30.000 muertos, de ellos 12.000 niños, se une la inquina con la que el Gobierno de Benjamin Netanyahu está presionando a los trabajadores de Naciones Unidas que aún operan en ese territorio. El objetivo es quitarse de encima a los testigos más incómodos de cinco meses de crímenes de guerra israelíes en la Franja de Gaza.
El propio Joe Biden advirtió este martes de la necesidad imperiosa de firmar la tregua de 40 días que se negocia en El Cairo antes de que comience el mes sagrado de Ramadán el 10 de marzo. De lo contrario, dijo el presidente estadounidense, la situación podría volverse «muy peligrosa».
El anunciado ataque israelí contra la ciudad gazatí de Rafah en tiempo de Ramadán podría provocar una oleada de protestas descontroladas en los países musulmanes, muchos de los cuales son aliados de Washington.
Biden, acorralado entre su apoyo a Israel y el repudio internacional a la carnicería de Gaza
El lunes, la vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, reiteró al Gabinete de Netanyahu la «profunda preocupación» de Washington por la situación humanitaria en Gaza. En una reunión con el ministro israelí Benny Gantz, adversario político de Netanyahu, pero miembro del Gabinete de Guerra, la vicepresidenta estadounidense pidió a Tel Aviv un plan humanitario «creíble» antes de atacar Rafah, convertida en una trampa para 1,4 millones de palestinos, la mayor parte desplazados a esa localidad sureña desde otras partes de la Franja.
La espada de Damocles de las elecciones estadounidenses
Estados Unidos se mueve por mecanismos geopolíticos en este conflicto, pero también electorales. La Administración demócrata asiste preocupada a la desafección del electorado propalestino y más de izquierdas ante los comicios presidenciales de noviembre, en las que ya tenía bastante con la vuelta del expresidente Donald Trump a la arena política.
Esta semana, las primarias demócratas celebradas en el estado de Minnesota dieron la victoria a la candidatura de Biden, pero registraron un voto no declarado, en blanco, cercano al 20%. Nadie dudó de que detrás está el descontento con la crisis humanitaria de Palestina y la condescendencia de EEUU con Israel.
En las primarias celebradas en otros estados, como Carolina del Norte, Colorado o Massachusetts, la protesta también se ha hecho oír. Al igual que en las calles de todo el país, donde se reclama esa tregua, así como el fin de las masacres israelíes en Gaza.
Los incómodos testigos de la ONU
Netanyahu y sus aliados extremistas en el Gobierno israelí no se lo están poniendo nada fácil a Biden. A la destrucción causada por las bombas israelíes en todas las ciudades de la Franja y las matanzas de civiles que aguardan desesperados al reparto de la escasa comida, como ocurrió hace una semana en Ciudad de Gaza, en una masacre que se saldó con 116 muertos, se suma la presión sobre los empleados de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
Israel detesta a la ONU, porque de sus programas de asistencia depende la supervivencia de los palestinos y porque sus empleados son testigos indeseados de las barbaridades cometidas por el ejército judío contra la población.
La ONU no ha podido ser más clara. Según el responsable de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Volker Turk, Israel está cometiendo crímenes de guerra en Gaza. Turk ha dicho lo mismo de Hamás, por su incursión masiva del 7 de octubre y el asesinato de 1.200 civiles en territorio de Israel y el secuestro de otras 240 personas, pero la equiparación de los métodos israelíes con los de los milicianos palestinos ha disparado la ira en el Gobierno de Netanyahu.
Israel ha acusado a la UNRWA de albergar entre sus 13.000 trabajadores a 450 miembros de Hamás y de otras organizaciones palestinas, además de vincular a una docena de ellos a la matanza del 7 de octubre. Tales denuncias han llevado a 18 países a retirar su apoyo financiero a la UNRWA, con un recorte de 412 millones de euros que ha comprometido la asistencia humanitaria.
Pero a medida de que las acusaciones israelíes muestran cada vez más lagunas sobre su criminalización de los empleados de la ONU, algunos países no solo han preservado su solidaridad con la UNRWA, sino que incluso han aumentado sus contribuciones.
La UE no se pliega ante Israel
Es el caso de la Unión Europea. La Comisión Europea ha comprometido 50 millones de euros de asistencia a la UNRWA para entregar inmediatamente y como parte de una ayuda de 82 millones de euros en 2024. Además, la Comisión asignará 68 millones de euros adicionales en 2024 en apoyo para la población palestina en toda la región, que se implementaran gracias a la Cruz Roja, la Media Luna Roja y otros socios internacionales de la ONU.
Guterres ha calificado a la UNRWA como la «columna vertebral» de la ayuda humanitaria en Gaza
Tal y como ya apuntó el alto representante de la Unión Europea para Política Exterior, Josep Borrell, la retirada de los fondos de la UNRWA podría derivar en «cientos de miles de muertes». Según Borrell, «no hay alternativa a la UNRWA, si se quiere mantener a estas personas con vida».
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha calificado a la UNRWA como la «columna vertebral» de la ayuda humanitaria en Gaza. Dos millones de gazatíes, de una población total de 2,3 millones de personas, dependen para su supervivencia de la UNRWA, que cubre los alimentos, los centros sanitarios y la mayor parte de los refugios para los desplazados.
Torturas para implicar a empleados de la ONU
Pero Israel no está dispuesto a que esa asistencia imprescindible facilite la supervivencia del pueblo palestino. La UNRWA ha denunciado que Israel está recurriendo a torturas, abusos sexuales, privación de comida y agua, exposición a la intemperie y otras medidas de coacción para que los empleados de esa agencia detenidos por el Ejército israelí confiesen crímenes que no han cometido.
«Algunos miembros de nuestro personal han comunicado a los equipos de la UNRWA que fueron obligados a confesar bajo tortura y malos tratos. Estas confesiones falsas fueron en respuesta a preguntas sobre las relaciones entre la UNRWA y Hamás, y su participación en el ataque del 7 de octubre contra Israel», dijo la portavoz de la UNRWA, Juliette Touma, en un comunicado.
La razón de esta «campaña deliberada y concertada», según el comisionado de la UNRWA, Phillippe Lazzarini, es socavar las operaciones en Gaza de este organismo y evitar su doble papel de «testigo» del drama palestino y de «protector» de ese pueblo.
Las bombas israelíes también matan a los rehenes israelíes
Además de los casi 31.000 muertos palestinos, la inmensa mayoría civiles, por la ofensiva israelí, hay 72.000 heridos y cerca de 7.000 desaparecidos entre los escombros de las ciudades y aldeas destruidas por el avance del Ejército judío en venganza por el asesinato de los 1.200 ciudadanos israelíes y de otros países en Israel el 7 de octubre.
En esa fecha, los milicianos de Hamás tomaron cerca de 240 rehenes, de los que un centenar fueron puestos en libertad en la tregua de una semana que tuvo lugar en noviembre. Aunque hay un número indefinido de muertos entre los secuestrados que permanecen cautivos de Hamás, Israel espera poder liberar a casi un centenar con vida si hay un nuevo alto el fuego.
Los israelíes aún secuestrados, además de la tortura del cautiverio, deben sufrir la misma ordalía que la población palestina. Junto a las bombas y disparos de las tropas ocupantes, deben afrontar el impacto de las enfermedades infecciosas, cuya incidencia se ha disparado ante la falta de agua para una mínima higiene, la desnutrición, la carencia de medicinas y las adversas condiciones meteorológicas, que agravan el mal estado de los refugios.
Nueve de cada diez niños menores de cinco años, unos 220.000, han caído enfermos en las últimas semanas. James Elder, portavoz de UNICEF, advirtió de la catástrofe humanitaria que ocurrirá en Rafah si es asaltada por el Ejército israelí. Rafah «es una ciudad de niños» y aún así Israel pretende atacarla, explicó Elder. En esa ciudad, agregó, viven cerca de 750.000 menores, es decir, la mitad de las personas que se agolpan en sus edificios y campamentos.
La hambruna ya es un hecho
En el norte de Gaza la situación ya es catastrófica y la malnutrición es «particularmente extrema», como denuncia la Organización Mundial de la Salud. El director de este organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, indicó que sus equipos describen «niveles severos de malnutrición, niños muriendo de hambre, falta de combustible, alimentos y suministros médicos, y hospitales destruidos».
Según el representante de la OMS para Gaza y Cisjordania, Richard Peeperkorn, en enero uno de cada seis niños menores de dos años sufría ya severa desnutrición en el norte de Gaza, por lo que ahora la situación puede ser gravísima.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) subrayó este miércoles los graves problemas que le está ocasionando el Ejército israelí para distribuir comida. «El hambre ha alcanzado niveles catastróficos en el norte de Gaza», y se precisa «una operación de ayuda masiva» con más puntos de entrada a Gaza, incluso desde territorio israelí y por mar, dijo el director ejecutivo adjunto del PMA, Carl Skau.
Ante este panorama, Estados Unidos sigue presionando a Israel para que acepte un alto el fuego, pero las negociaciones en Catar y Egipto se han saldado con sucesivos fracasos. Y de poco sirven esas presiones, si Washington sigue enviando armas y munición a Israel, que son destinadas a la guerra de Gaza, mientras la delegación estadounidense ante la ONU continúa vetando una tras otra las resoluciones del Consejo de Seguridad para detener la carnicería.