Leila Nachawati*
En plena gira por Oriente Medio, el presidente estadounidense Donald Trump anunció el 13 de mayo el levantamiento de las sanciones contra Siria. La medida, en el centro de las reivindicaciones tras el derrocamiento del régimen de Bashar al Asad, ha sido celebrada por sirios dentro y fuera del país como un paso fundamental para salir del aislamiento político y económico.
“El levantamiento de las sanciones estadounidenses es un comienzo real y necesario para reconstruir Siria para todos los sirios y sirias”, afirmaba al conocer la noticia Anwar al-Bunni, abogado de derechos humanos.
“Es un gran día. Enhorabuena a todos los sirios, hoy se abre una puerta ante nosotros”, reaccionaba Wafa Mustafa, periodista y activista por los derechos de los detenidos.
Desde Naciones Unidas, que llevaba tiempo presionando a favor del levantamiento de las sanciones, también celebraron la medida. “Es importante para permitir la reconstrucción del país y ayudar al pueblo sirio a recuperarse de más de una década de conflicto y abandono económico”, declaró el portavoz Stephane Dujarric.
¿Cuándo se hicieron efectivas las sanciones?
Aunque las sanciones a Siria se remontan a 1979, durante el mandato de Hafez al Asad, la compleja maraña de sanciones actuales se hizo efectiva en 2011, en respuesta a la represión del régimen contra el proceso revolucionario surgido en el contexto de la Primavera Árabe. La administración Obama impuso entonces una congelación de activos en territorio estadounidense y la prohibición de cualquier transacción económica con figuras del aparato del régimen. La Unión Europea adoptó medidas en la misma línea, incluyendo un embargo de armas y restricciones a las exportaciones de tecnología de doble uso.
Casi una década después, en 2020, Siria vivió el recrudecimiento de las sanciones tras la entrada en vigor de la Ley de Protección Civil César (conocida como Caesar Act o Ley César). La ley toma su nombre del seudónimo de un antiguo fotógrafo forense de la policía militar que logró salir de Siria llevándose miles de fotografías testimonio de los crímenes cometidos contra detenidos en centros de inteligencia en Damasco. Unos crímenes calificados entre “los peores del siglo XXI” por Stephen Rapp, exembajador estadounidense en misión especial para los crímenes de guerra y fundador de la Comisión para la Justicia Internacional y la Responsabilidad. “Hay más evidencia de la implicación del régimen sirio en crímenes de lesa humanidad de las que había incluso en el caso de Ruanda”, llegó a afirmar Rapp.
Las medidas incluidas en la Ley César prohibieron cualquier transacción con el régimen sirio y sus aliados, incluidas entidades extranjeras. Aunque se trata de una ley exclusivamente estadounidense, tuvo un efecto disuasor en otros países al presionar a empresas de potencias como Rusia, Emiratos Árabes Unidos o China, que buscaban invertir en la reconstrucción del país. El régimen sirio se convirtió en un paria internacional, sostenido casi exclusivamente por la Rusia de Putin y por el régimen iraní, sus principales aliados estratégicos, y Siria fue suspendida de la Liga Árabe.
Efectos devastadores en la población
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Pese a su caída en desgracia a nivel global, el clan Asad mantuvo sus privilegios económicos, sorteando las sanciones mediante monopolios estatales, un ingente mercado negro y el tráfico de drogas. Siria se convirtió en un narcoestado en el que campaba a sus anchas el captagón, la “cocaína de los pobres”, con efectos devastadores entre la población más joven y consecuencias también para los países vecinos como Arabia Saudí o Kuwait. Ocultos en cargamentos de fruta, en artículos de alfarería, en cajas de bombones, en envases de hummus e incluso en los intestinos de corderos vivos, cada año eran incautadas toneladas de captagón en puestos fronterizos de la región.
Y mientras el régimen y su red clientelar nadaban en la abundancia (mansiones, docenas de coches de alta gama y otros artículos de lujo quedaron al descubierto tras la huida de Asad), quien sí sufrió los efectos devastadores de las sanciones fue la población. Los precios de productos de primera necesidad llevan años disparados y la libra siria está por los suelos. El sistema sanitario sirio se encuentra al borde del colapso y buena parte de la población no tiene acceso a tratamientos esenciales. En los últimos años no ha dejado de crecer el desempleo, al no poder las pequeñas y medianas empresas del país importar, operar ni acceder a métodos de pago internacionales. En la actualidad, en torno al 90% de la población siria vive bajo el umbral de pobreza. Si el porcentaje no es aún mayor es debido a las remesas que llegan de los sirios en el exterior (más de la mitad de la población se encuentra refugiada o desplazada), pese a las enormes trabas que las sanciones suponen también para la transferencia de dinero.
Según la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental, las sanciones contra Siria se encuentran entre “las más complicadas y profundas impuestas nunca”, e implican “un laberinto de burocracia y enredos judiciales más complejo que el aplicado al resto de países”.
A todo esto se suma el mal uso dado a la excepción humanitaria incluida en las sanciones. Organizaciones como Human Rights Watch documentaron las restricciones a la entrada de ayuda en zonas fuera de control del régimen, el modo en que se aprobaron selectivamente los proyectos de ayuda y otras formas de manipulación de la ayuda humanitaria a través del corrupto entramado estatal.
¿Y ahora qué?
Tras el levantamiento de las sanciones, Siria podría vivir una recuperación económica. Según el periodista sirio y co-fundador de Baynana Okba Mohammad, “se prevé una mejora en el valor de la libra siria y una caída en el precio de las monedas extranjeras, así como la reactivación de servicios electrónicos bloqueados durante décadas, incluidas las aplicaciones móviles”. La medida también supondría recuperar “las transferencias de dinero desde y hacia el país, lo que permitirá a muchos sirios trabajar de forma remota para empresas extranjeras. Además, se anticipa una bajada generalizada de precios gracias al regreso de compañías internacionales que podrían volver a exportar sus productos a Siria a precios razonables”.
Horas después del anuncio, la libra siria había subido un 29 por ciento, según informa AlJumhuriya, algo que apunta a un aumento de la confianza inmediata en la apertura del país. Lo demás está por ver, y dependerá de lo firme que sea el compromiso adquirido y de hasta qué punto la formalización del levantamiento de las sanciones esté supeditada a las demandas o peticiones del gobierno estadounidense. Por lo que indican sus últimas declaraciones, estas giran principalmente en torno a garantías de estabilidad regional, lucha contra ISIS y contra el narcotráfico y a la normalización de relaciones con Israel a través de los acuerdos de Abraham.
Sobre este último punto, el presidente interino Ahmad Al-Sharaa remitió al acuerdo de paz de 1974, que Israel ha incumplido sistemáticamente en los últimos meses, bombardeando territorio sirio y ampliando su presencia más allá de los Altos del Golán. Las autoridades israelíes, por su parte, no han ocultado su malestar, tras las declaraciones de hace unas semanas en las que hablaban abiertamente de “desestabilizar Siria”. Frente a ese proyecto que apuesta por el caos, su principal aliado, Trump, insistió en Riad en la necesidad de “permitir a Siria la oportunidad de brillar”.
Más allá de las celebraciones, muchas voces se alzan también para señalar lo contradictorio o agridulce de que sea la actual administración estadounidense quien ha terminado levantando las sanciones que asfixian a Siria. Como señala Okba Mohammad, “Trump no le hace ningún favor a Siria. Simplemente, el mundo funciona así: el destino de toda una población, su futuro, está en manos de una sola persona o de un solo país”.
*Escritora y profesora de comunicación especialista en Oriente Próximo