Simón García*
El proceso que está en curso se coloca fuera de las reglas. Transcurre dentro de una excepción declarada por el poder en materia económica y consagrada de facto en materia política y electoral.
El poder le teme al voto. Le da pánico que el rechazo a sus políticas desnude nuevamente su condición de minoría en la sociedad. Sabe que cualquier gobierno que haya destruido el salario y las pensiones; que genere inflación; que asfixie a la economía; que convierta hospitales en una ruleta rusa; que deteriore la educación y sea incapaz de sostener el servicio de luz y agua puede esperar que lo premien votando a su favor. Debe prenderle velas a que la gente deje de votar para no castigar su gestión.
Por eso el CNE se encarga de crear todos los obstáculos posibles para inducir a la población a no votar. Es también evidente que el gobierno tiene un plan para desplazar y sustituir el voto directo, universal y secreto por el voto de asambleas comunales. Y si el voto no los para aprobarán en la Asamblea Nacional todo lo que quieran.
En estas circunstancias y con todas la falta de condiciones el voto de Mayo tendrá un valor adicional: parar el ascenso del autoritarismo y votar para impedir que el régimen pase a instaurar el Estado Comunal como fin del Estado de Justicia y Derecho que consagra nuestra Constitución. Un adiós definitivo a la democracia.
Las elecciones regionales siempre suscitan menos interés que las nacionales. En éstas la disputa es por la presidencia de la República, quien concentra todas las decisiones, dispone sobre todos los recursos y es el Comandante en jefe de la Fuerza Armada, institución que ejerce el monopolio legal del uso de la fuerza. La silla de Miraflores es la madre de todas las pugnas, allí es donde se bate el cobre. Pero los niveles regionales de poder están más próximos a la gente.
Hay una tercera característica que no han tenido anteriores elecciones regionales. Después del discutido Boletín de Amoroso y la negativa a mostrar las actas, poseen un carácter confirmatorio: operan como un indicador de la verdad sobre los resultados del 28 de julio. Si se repite una victoria, pese a un diseño perfeccionado para que a la oposición le resulte muy difícil ganar, se moralizaría el país democrático, se le daría una nueva protección internacional a la causa por la libertad y se descentralizaría las posibilidades de defender cada victoria regional. Esta vez asociada más a una voluntad nacional que a la personalización en una figura.
Una parte de las organizaciones que integran el arco opositor está en repliegue. Otra, está enfrentando obstáculos y riesgos para construir una barrera democrática para que el régimen no se adueñe de toda la Asamblea Nacional y de las gobernaciones. Ambas tienen una línea de resistencia, pero una es pasiva y testimonial y la otras es activa y presencial.
Las razones de una y otra posición se entienden y puesto que tienen un mismo propósito deberían aplicarse la primera regla de la democracia: respetar la pluralidad de opiniones y aceptar la diversidad de posiciones. En vez de eso, está ocurriendo una guerra a muerte por el control de la oposición que no deberíamos secundar.
En esa pelea para no tener competidores se percibe una recolocación de la democracia en una lucha sin democracia. Hay pragmatismo, hay ambición de líderes y hay baja estatura ética en un grado que aconseja tomar distancia y esclarecer el origen de esta loca degradación.
Sandy Aveledo » ¡Únete a nosotros!
Telegram – t.me/sandyaveledo
Whatsapp – acortar.link/EENOxN
Instagram – instagram.com/sandyaveledo
Lo valioso es que las fuerzas democráticas de cambio, eludiendo obstáculos agravados y esperados, lograron postular candidaturas en todo el país. Sin planchitis y con una decisión de respaldo a las figuras seleccionadas.
Se inhabilitaron tarjetas sin explicación como las del MPV, MAS, Centrados, UP o Puente. Se eliminaron candidatos con posibilidades de ganar como Octavio Riera en Guárico. Y vendrán otras vulneraciones a la ley para alimentar la reacción de rabia al voto que impida usarlo para castigar al régimen que le conviene que no votemos.
La respuesta cívica ahora es ir por los votos de la franja de venezolanos que aún tienen dudas razonables sobre ir a votar. No hay tiempo ni argumento que perder. Es un deber con Venezuela. X: @garciasim
*Simón García es analista político. Cofundador del MAS.