Anastacia González ya tiene varios meses en Valencia y no ha podido regresar a su tierra natal, en Yaracuy, porque no ha habido suficiente gasolina para hacer un viaje de ida y vuelta y, en su pueblo, Aroa, pasan semanas sin que llegue el combustible.
Mientras tanto, ha recibido con dolor la noticia de la muerte de varios amigos y allegados y no le ha quedado más que llorar y rezar a distancia para que descansen en paz y por la protección de sus familiares.
Esta situación seguramente la han vivido muchos venezolanos que se han tenido que quedar varados en otras ciudades, primero por la pandemia luego por la escasez de gasolina en el país.
Y es que, en Carabobo, por ejemplo, hay que tardar días en colas para surtir el vehículo, en estaciones de servicio dolarizadas porque en las subsidiadas ni pensarlo.
En crisis anteriores de combustible, los familiares podían guardar la gasolina necesaria para el retorno, pero en esta oportunidad se ha hecho más difícil porque en las zonas rurales tarda semanas en llegar la gandola.
Otra opción sería viajar en transporte colectivo, pero es más complicado para personas mayores lanzarse la aventura de ir de terminal en terminal para llegar a su destino, pagar en dólares, y esperar que estén operativas las unidades.
Todo un problema que al parecer no tendrá pronta solución.