Ruth Ferrero-Turrión*
Público es
Las negociaciones para alcanzar un alto el fuego lideradas por EEUU continúan, pero también continúan los bombardeos indiscriminados por parte de la Federación Rusa. Son quizás los peores ataques que se han sufrido en la capital ucraniana desde hace meses. Hasta el propio Trump ha publicado un mensaje condenando la dureza de los ataques: “No estoy contento con los ataques rusos sobre Kyiv. No son necesarios y se hacen en un mal momento. ¡Para Vladimir! Están muriendo 5.000 soldados por semana. ¡Consigamos un acuerdo de paz!”.
No hay nada que le siente peor a Trump que la imposibilidad de cumplir sus deseos, y uno de ellos era el de terminar con la guerra en Ucrania en el menor tiempo posible. Primero dijo 24 horas, luego anunció que una buena fecha podría ser en Pascua y ahora se impacienta y plantea que su objetivo estaría fijado en el plazo de una o dos semanas, quizá coincidiendo con el aniversario del día de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Pero lo cierto es que parece que todavía no se dan las circunstancias, ni tampoco hay propuestas sobre la mesa que consigan convencer a las dos partes, Rusia y Ucrania, para sentarse a negociar al menos un alto el fuego. Incluso las propuestas de treguas temporales como las ensayadas durante las últimas semanas están funcionando. Sencillamente, Moscú considera que todavía puede controlar más territorio y Kyiv considera que aún tiene margen negociador con sus aliados.
En estas circunstancias, el plan de paz propuesto por EEUU no termina de convencer a ninguno de los dos contendientes, ni tampoco a los socios europeos. Los intentos para alcanzar la paz en esta guerra siempre han sido vistos con recelo e, incluso en ocasiones, como durante las negociaciones de Estambul, han sido directamente saboteados. Planes más estructurados como la propuesta liderada por China y Brasil en 2024, apoyada por un grupo que se denominó “Amigos de la Paz” y que fue el intento por parte del Sur Global para contribuir a “promover un alto el fuego y lograr una paz duradera”. Este plan se sostenía sobre tres principios para la reducción del conflicto: la no expansión del campo de batalla, la no escalada de los combates y la no incitación a la violencia por ninguna de las partes. Su idea era crear las condiciones para la paz y así fomentar el diálogo y la negociación entre las partes. Sin embargo, este plan fue rápidamente desestimado por Ucrania y sus aliados occidentales al considerar que favorecía a Rusia, al estimar que un alto el fuego entonces congelaría las líneas del frente favoreciendo la posibilidad de que se hicieran permanentes. Las propuestas no occidentales han sido sistemáticamente ignoradas por Ucrania y sus socios, que han interpretado que eran una forma de favorecer a Rusia al congelar la guerra. Así, los planes patrocinados por países como Indonesia, el Vaticano de Francisco, países africanos e, incluso, Arabia Saudi, fueron sistemáticamente rechazados.
Después vendría el plan propuesto por Ucrania, el conocido Plan para la Victoria de Zelensky, presentado ya en 2022 y discutido en la Cumbre sobre la Paz en Ucrania celebrada en Suiza con la ausencia de Rusia. El plan original propuesto por Zelensky consistía en la retirada completa de Rusia y el restablecimiento de la integridad territorial de Ucrania, incluida Crimea. Sin embargo, el comunicado oficial de la cumbre de paz, incluso sin Rusia presente, quedó muy diluido en su forma final al no exigir explícitamente la retirada rusa y hacer referencia a los principios generales del derecho internacional, dejando espacio para alcanzar compromisos en unas potenciales negociaciones al no descartar por completo concesiones territoriales por parte de la parte ucraniana. En esta ocasión, los que no dieron su apoyo fueron los países del Sur Global. Ante este rechazo, también se materializó un cambio de estrategia por parte de Ucrania, algo así como una suerte de “plan de resiliencia” con la idea de la supervivencia del país ante la guerra de desgaste que involucra, por supuesto, a sus aliados occidentales, especialmente a los europeos que han respondido con el tan traído y llevado plan de rearme.
Por supuesto, también hay una propuesta procedente de Moscú, exigencias más que plan de paz, expuesta el 14 de junio de 2024 por Vladimir Putin donde se pide el reconocimiento de su control sobre las cuatro regiones ucranianas de Donestk, Luhansk, Jersón y Zaporiyia, además, claro, de Crimea, la renuncia a la entrada de Ucrania en la OTAN y la desmilitarización del país; propuestas de máximos que obviamente no han sido aceptadas por ninguno de los actores involucrados en el proceso.
Y, finalmente, con Trump se materializa la propuesta estadounidense. Una propuesta que tiene como objetivo un final rápido de la guerra que permita a Washington una mayor concentración en su principal objetivo geopolítico, el área Asia Pacífico. Esta propuesta se articula sobre la división del país en esferas de influencia. Según ha trascendido a través de Bloomberg, la idea es la de la congelación de las líneas del frente con un reconocimiento de iure de control de Rusia sobre Crimea, aunque también exigiría que Rusia aceptara el derecho de Ucrania a tener una industria militar y defensa propia como parte del acuerdo de paz. Implicaría que Moscú retirara su exigencia de desmilitarización de Ucrania. También quiere que se devuelva la central nuclear de Zaporizhia bajo control ruso desde casi el comienzo de la invasión; lo que plantean es que la central pase a estar bajo control militar y civil estadounidense que ejercería como intermediario entre las partes. Y, por supuesto, se quedaría con el control de los minerales raros. Por su parte, Ucrania recibiría garantías de seguridad provistas por sus aliados europeos (sin especificar si con el concurso de EEUU, algo que Zelenski siempre ha demandado), el paso sin obstáculos a través del Dnieper y el territorio de Jarkov, todo ello acompañado de ayudas para la reconstrucción. Este plan tampoco ha convencido a las partes. Rusia no está dispuesta a aceptar la presencia de una fuerza multinacional europea en Ucrania, y ésta no quiere bajo ningún punto de vista reconocer la soberanía rusa sobre Crimea. En lo único que parece estar cediendo Putin, tal y como ha trascendido a través del Financial Times, es en su renuncia al control de la totalidad de los oblast en los cuales tiene presencia.
Así las cosas, parece que durante los últimos días la administración Trump está empezando a perder la paciencia. La salida de EEUU en la actual coyuntura significa que el que más tiene que perder es Ucrania, que carecería de inteligencia y defensas antiaéreas para aguantar los ataques rusos más allá de seis meses. Lo que cada vez parece más claro es que cada vez es más complicado el poder alcanzar una “paz justa” tal y como demandan los socios europeos de Ucrania que tampoco ofrecen ninguna alternativa a las propuestas de otros actores. De hecho, llama poderosamente la atención que sea precisamente la UE el único actor del que a lo largo de estos tres largos años de guerra no haya salido ningún plan que proponga terminar con el conflicto en su frontera oriental. Quizás sea necesario reflexionar al respecto.
*Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la Universidad Complutense de Madrid.