Jorge Ramos Tolosa*
Los últimos acontecimientos nos siguen mostrando que el régimen colonial israelí es cada vez más insostenible. La mayoría de las tendencias que señalábamos en verano de 2024 han continuado e incluso se han incrementado: división interna israelí, catástrofe económica y éxitos del BDS, incapacidad militar de acabar con las resistencias y, por supuesto, el mayor episodio de solidaridad internacionalista con el pueblo palestino y la peor imagen pública de la historia israelí.
En medio del horror genocida contra el pueblo palestino, puede estar llegando el “momento sudafricano” de Israel. De manera similar a la caída del apartheid de Sudáfrica, en la que la suma de resistencia interna contra el régimen colonial (combinando lucha no armada y armada, ambas legitimadas por resoluciones de la Asamblea General de la ONU como la 3070, 3246, 35/35, 37/43, 38/17 ó 45/130) y de presión internacional a través de una campaña de tipo BDS, consiguieron poner fin al apartheid sudafricano en la década de 1990. El apartheid israelí puede estar experimentando un momento histórico similar por la unión de factores como estos.
Hendrik Verwoerd, primer ministro de la Sudáfrica del apartheid entre 1958 y 1966, ya reconoció en 1961 que “Israel, como Sudáfrica, es un Estado de apartheid”. En 1967, el gran líder sionista David Grün (que, como numerosos colonos sionistas cambió su nombre al llegar a Palestina, en este caso a Ben Gurion) afirmó que si “Israel no se libraba de los territorios —ocupados en 1967— y de su población árabe”, Israel se convertiría en un régimen de apartheid. Cabe tener en cuenta que el apartheid israelí colaboró tan estrechamente con su aliado sudafricano que le llegó a ofrecer armas nucleares. Por su parte, fue Nelson Mandela quien sostuvo en 1990, entre otros numerosos discursos a favor del pueblo palestino, que: “Si alguien tiene que referirse a alguna de las partes como un Estado terrorista, podría referirse al Gobierno israelí, porque son ellos quienes están masacrando a árabes indefensos e inocentes en los territorios palestinos ocupados”. También Madiba afirmó que: “Las Naciones Unidas adoptaron una postura firme contra el apartheid; y con el paso de los años, se forjó un consenso internacional que contribuyó a poner fin a este sistema injusto… pero sabemos muy bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos”. Tanto el apartheid sudafricano como el apartheid israelí son distintas versiones del colonialismo de asentamiento y cada vez más estudios académicos relacionan estrechamente ambos fenómenos. Y, por supuesto, todos estos factores nos ayudan a entender por qué la República de Sudáfrica inició el 29 de diciembre de 2023 el proceso en la Corte Internacional de Justicia por las violaciones israelíes de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, que se ha convertido en un símbolo con la que se identifican numerosos pueblos y Gobiernos del Sur Global y, por tanto, expone cómo Palestina es la causa del Sur Global. Pero, de hecho, puede decirse que la causa palestina es cada vez más la causa de la humanidad, como ya apuntó Ghassan Kanafani antes de ser asesinado junto a su sobrina en 1972 por un coche bomba del Mossad.
El proyecto de colonialismo de asentamiento sionista, que se forjó en la Europa del auge nacionalista, imperialista y racista del siglo XIX —que no representaba, ni representa al judaísmo—, ha intentado sustituir a la población indígena palestina por colonos liderados por blancos. Así, desde finales la centuria decimonónica, en Palestina se desarrolla una mutable historia de colonización de asentamiento sionista frente a una mutable historia de descolonización palestina. Y como estamos comprobando en el único genocidio retransmitido en directo a miles de millones de dispositivos electrónicos —el mejor documentado por sus víctimas y por sus criminales y el que peor habla del Atlántico Norte por su complicidad—, la lógica de la eliminación del nativo es predominante en el régimen sionista-israelí, que se estableció a través de la limpieza étnica y lo que ahora denominamos crímenes de guerra y de lesa humanidad en 1948. Hoy más que nunca, la Nakba continúa. Pero la Nakba no es eterna.
Aunque el grado de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad actuales contra el pueblo palestino son difícilmente comparables con el caso sudafricano, todavía pueden establecerse más vínculos entre ambos regímenes de apartheid. Numerosos proyectos coloniales, imperios y dictaduras desatan su furia más atroz en su última fase. En su última década, la Sudáfrica del apartheid llegó a atacar o a invadir Angola, Botsuana, Lesoto, Mozambique, Esuatini (antigua Suazilandia), Zambia y Zimbabue. Por su lado, Israel ha llegado a bombardear a entre 4 y 5 países simultáneamente desde el otoño de 2023: Palestina, Líbano, Siria, Yemen e Irán. Por otro lado, en el siglo XX, diferentes genocidios precedieron al fin de los regímenes que los cometieron: empezando por el genocidio congoleño del “Estado Libre del Congo” del rey belga Leopoldo II, el genocidio armenio del sultanato otomano o el genocidio perpetrado por el III Reich.
Respecto a los grandes factores que explicábamos en verano de 2024 en el texto ¿El principio del fin del régimen colonial israelí?, la mayor parte de ellos se han prolongado o se han intensificado. La sociedad judía israelí sigue fragmentándose paulatinamente y, aunque el apoyo estadounidense continúa siendo clave, la relación con la administración Trump no siempre es tan simbiótica como se suele pensar. Sólo hay que leer la prensa israelí a diario, en la que en numerosas ocasiones predominan los titulares pesimistas. Sin ir más lejos, el 21 de mayo de 2025 podía leerse en Ynet: “Israel enfrenta un colapso estratégico”, “se avecina una explosión regional” o “riesgos a largo plazo para la seguridad de la nación”. Los índices de problemas mentales, suicidios o divorcios se han multiplicado entre los militares israelíes. Cientos de miles (o incluso más) personas judías israelíes han marchado y muchas de ellas no piensan volver. En marzo de 2025, Nahum Barnea, el columnista jefe de Yedioth Ahronoth (el periódico israelí de mayor circulación), concluyó en un artículo que las decisiones de Netanyahu están acercando a Israel a una forma de guerra civil. Por su lado, la Administración Trump ha cancelado o pospuesto su esperada reciente visita a Israel. En el artículo de Ynet anteriormente mencionado podía leerse: “El Capitolio no está respondiendo”. El pasado 12 de mayo, CNN publicaba: “La Casa Blanca ha calificado la visita de Trump como un ‘regreso histórico a Oriente Medio’, pero una vez más Israel no está en el itinerario”.
Igualmente, la palabra “colapso” no deja de repetirse en relación a Israel. En mayo de 2024, 130 economistas israelíes enviaron una advertencia a Netanyahu sobre la “alta probabilidad” de que la economía y la sociedad de Israel entrasen en una “espiral de colapso”. No puede olvidarse que, en junio de 2024, gracias a la campaña BDS, Intel, el gigante informático de Silicon Valley, se vio obligado a cancelar un proyecto de inversión de unos 25.000 millones de dólares en Israel. En el país autodenominado “The Start-Up Nation”, más del 80% de las start-ups israelíes han sufrido daños, están en riesgo o han tenido que cerrar. Este último caso es el de los aproximadamente 46.000 negocios israelíes que tuvieron que echar el cerrojo entre octubre de 2023 y junio de 2024. Por su parte, el conocido economista israelí Dan Ben-David avisó en octubre de 2024 que, a menos que llegasen cambios drásticos, a “Israel le quedan cuatro años” antes de “colapsar”. El 26 de marzo de 2025, el exparlamentario israelí Moshe Raz sentenció: “Israel es ahora una nación dividida al borde del colapso”.
La nueva fase genocida israelí de mayo de 2025 también ha incrementado el mayor episodio de la historia de solidaridad con el pueblo palestino. La todavía mayor indignación popular global que ha supuesto esta nueva etapa, junto con eventos como las conmemoraciones por el Día de la Nakba o la celebración de la final de Eurovisión con la consiguiente participación israelí y el engaño de los votos que recibió, han supuesto un incremento de la movilización en múltiples ámbitos a favor del pueblo palestino y una caída mayor si cabe de la imagen pública israelí en el mundo. En el Estado español, el 10 de mayo de 2025 la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) organizó la mayor manifestación propalestina de la historia española con la petición central de “fin al comercio de armas y a las relaciones con Israel, por la descolonización y el derecho al retorno”, que siguió a 19 meses de manifestaciones y concentraciones casi mensuales en hasta más de 100 municipios simultáneos. Tras ello, y en menos de una semana, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, calificó a Israel de “Estado genocida” en el Congreso y pidió excluir a Israel de Eurovisión. Paralelamente, una investigación de El Salto sobre la propiedad del fondo proisraelí KKR de numerosos festivales españoles, comportó, y está comportando, que decenas de artistas y grupos se sumen al boicot cultural a Israel y a sus cómplices negándose a actuar en estos festivales. El mismo día que vio la luz este artículo que llegó a ser viral, volvieron las acampadas universitarias por Palestina al Estado español.
El pasado 20 de mayo, la Campaña Fin al Comercio de Armas con Israel y la RESCOP, como parte de la campaña BDS global y con el apoyo de más de 600 organizaciones, consiguió que se abriese al trámite la reforma a la ley sobre el control del comercio exterior de armas (Ley 53/2007), permitiendo la imposición automática de un embargo de armas integral a Estados investigados por crímenes de guerra, de lesa humanidad o por crimen de genocidio, como es el caso israelí. Aunque el proceso puede demorarse y la Campaña Fin al Comercio de Armas con Israel y la RESCOP exigen que se apruebe el embargo de manera urgente por decreto, se trata de un histórico paso adelante teniendo en cuenta la obscena e hipócrita complicidad de gobiernos y empresas noratlánticas con el régimen genocida israelí. Aquel mismo día, 17 de los 27 Estados de la UE consiguieron que abriese la revisión de su Acuerdo de Asociación con Israel, mientras que el Reino Unido convocó a la embajadora israelí y rompió las negociaciones para ampliar un acuerdo comercial con el régimen de Tel Aviv. Un día más tarde, tras años de movilizaciones y reivindicaciones encabezadas por la coalición Prou Complicitat amb Israel, la Generalitat anunció que iba a cerrar su oficina en Tel Aviv.
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También el mismo 20 de mayo de 2025, el ex jefe adjunto del Estado Mayor de Israel y presidente del nuevo partido israelí Los Demócratas —resultado de la fusión del Partido Laborista y Meretz—, Yair Golan, afirmó que “Israel está asesinado a bebés como hobby” y que “está en camino de convertirse en un Estado paria, como lo fue Sudáfrica”. Las analogías con el apartheid sudafricano cada vez son mayores. Quizá, también, aunque no sepamos ni cómo ni cuándo, en que el régimen de apartheid israelí esté experimentando una última fase que puede durar años o décadas, pero al fin y al cabo, una última fase. Una última fase que podría suponer, con ciertas similitudes a como ocurrió en Sudáfrica, el fin del régimen de apartheid israelí, la descolonización de Palestina, el derecho al retorno de la población refugiada y un territorio en el que la limpieza étnica, la ocupación militar y el genocidio sólo formen parte de un terrible pasado. Un territorio del río al mar en el que todas las personas —sean musulmanas, judías, cristianas o de ninguna religión— tuviesen los mismos derechos.
En definitiva, el “momento sudafricano” de Israel puede estar llegando. La solidaridad internacionalista se sigue multiplicando y, cada día que el régimen colonial israelí alarga un genocidio cada vez más insoportable para todo el mundo, puede estar acelerando su final.
*Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat de València y especialista en Palestina-Israel.