El 2 de junio de 1866, hace 158 años, falleció en Caracas la heroína de la gesta independentista, Luisa Cáceres de Arismendi, quien desde muy joven fue una ferviente partidaria de la patria.
Nacida en Caracas el 25 de septiembre de 1799. Pese a una vida repleta de sufrimientos, logró vivir hasta los 66 años. El mundo la recuerda como fiel defensora de la Revolución libertadora. Participó en la Emigración a Oriente y se casó con el principal cabecilla de los patriotas en la isla de Margarita, coronel Juan Bautista Arismendi el 4 de diciembre de 1814.
El acoso español se inicio por todo el territorio de la República, durante algunos meses viven en las afueras de La Asunción bajo el espionaje y la presión que las autoridades españolas mantienen sobre los simpatizantes de la causa patriota en la isla.
En septiembre de 1815, se ordena apresar a Arismendi, éste escapa y se oculta con uno de sus hijos en las montañas de Copey; el día 24 de septiembre Luisa, quien se encontraba embarazada, es tomada como rehén para doblegar a su esposo y encerrada bajo la vigilancia en la casa de la familia Amnés, días después es trasladada a un calabozo del Castillo Santa Rosa, en la Asunción. En ese calabozo oscuro comienza el suplicio de Luisa, por los maltratos y vejámenes cometidos por las tropas españolas ante los cuales nuestra heroína nunca cederá.
El 26 de enero de 1816, Luisa Cáceres de Arismendi da a luz una niña que muere al nacer, dadas las condiciones del parto y del calabozo en el cual se encuentra prisionera.
Posteriormente, es trasladada a la prisión de La Guaira y posteriormente al convento de la Inmaculada Concepción, en Caracas, donde ingresa como prisionera el 22 de marzo de 1816.
El 3 de diciembre de 1816, es embarcada hacia Cádiz. En alta mar son atacados por un buque corsario que se apodera de todo el cargamento y los pasajeros son abandonados en la isla de Santa María, en las Azores.
Imposibilitada de regresar a Venezuela, Luisa llega a Cádiz el 17 de enero de 1817. Durante su permanencia en Cádiz, se negó a firmar un documento donde manifestaba su lealtad al Rey de España y renegaba de la filiación patriota de su marido, a lo cual respondió que el deber de su esposo era servir a la Patria y luchar por libertarla. El destierro transcurre sin noticias de su madre y su esposo.
Regresa a Margarita en 1818, siendo recibida con el justo homenaje de un pueblo que la veía como un símbolo de fe, de valentía, la Patria encarnada en una mujer.
A partir de entonces, mantuvo esa justa preeminencia de fundadora de la patria, de máxima heroína y mujer de una refunda sabiduría, atenta a intervenir en los grandes acontecimientos con su presencia, su influencia y su palabra, siempre certera, acatada y respetada.
En junio de 1866, a la edad de sesenta y siete años, murió en Caracas. Sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional el 24 de agosto de 1876, convirtiéndose en ser la primera mujer cuyos restos reposan en el más alto altar de la Patria, en reconocimiento a su lucha por la independencia de Venezuela.
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